¿Está el TDAH sobrediagnosticado? Mi respuesta breve es: sí. El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) existe, claro que sí. Hay niños —y adultos— que lo padecen y necesitan ayuda. Pero también hay una epidemia de diagnósticos que, más que basarse en criterios clínicos sólidos, parecen responder a una mezcla de prisas, etiquetas fáciles y, a veces, intereses económicos.
Dos mundos, dos miradas: EE.UU. vs Francia
Vamos a poner esto en contexto con un dato llamativo. En Estados Unidos, cerca del 10% de los niños son diagnosticados con TDAH. En Francia, apenas el 0,5%. ¿Qué pasa? ¿Los genes hiperactivos no cruzan los Pirineos?
No. Lo que cambia es la manera de entender el trastorno. Mientras que en EE.UU. predomina una visión biologicista—el niño «nace» con TDAH y se trata con medicación como el metilfenidato (Ritalin, Concerta, etc.)—, en Francia se prioriza un enfoque psicosocial. Allí, muchos psiquiatras consideran que el entorno familiar, escolar y social juega un papel central en los síntomas que aparecen. Y en lugar de recetar de entrada, trabajan con psicoterapia, terapia familiar y ajustes en el contexto del niño.
¿Diagnóstico o estilo de crianza?
En Francia, además, no usan el DSM como manual de cabecera. Tienen su propia clasificación, el CFTMEA, creada por la Federación Francesa de Psiquiatría. Este sistema da más peso a la comprensión del niño en su entorno que a una lista de síntomas sacados de un recetario. Es decir, más clínica y menos checklist.
Y no es un detalle menor: un estudio de Lisa Cosgrove reveló que más de la mitad de quienes elaboraron el DSM tenían vínculos financieros con la industria farmacéutica. Imaginate un cocinero que cobra por cada kilo de sal que se usa en las recetas del restaurante. Difícil confiar en el menú.
Menos pastillas, más contexto
Al mirar de cerca, uno entiende por qué en Francia se diagnostica menos. Si antes de poner una etiqueta se exploran las dinámicas familiares, se trabaja con la escuela y se acompaña emocionalmente al niño, es lógico que muchos síntomas mejoren sin necesidad de llamarles TDAH. Sólo los casos más severos llegan a ese diagnóstico, y muchos otros se resuelven sin necesidad de medicación.
Comer, moverse, vivir
La mirada francesa también se detiene en la alimentación y el estilo de vida. Algunos colorantes y conservantes están bajo sospecha por su posible influencia en la conducta infantil. En cambio, en EE.UU. los índices de obesidad infantil se disparan, y no es raro encontrar niños tomando estatinas a los 8 años para bajar el colesterol.
Límites, no castigos
Otra diferencia clave: la crianza. En Francia, los padres suelen tener un estilo más estructurado, marcan límites con claridad y mantienen su rol de adultos a cargo. En muchos hogares estadounidenses, los roles parecen invertirse: el niño manda y los padres obedecen. Cuando eso ocurre, algunos chicos empiezan a desbordarse emocionalmente. No por TDAH, sino porque nadie está al mando del barco.
A veces, lo que aparece como «síntoma» es una reclamación disfrazada: “Necesito límites”, “quiero que estés más presente”, “no me dejes decidirlo todo solo”. Y eso, medicado, se convierte en silencio químico.
¿Y entonces? ¿Existe o no el TDAH?
Claro que existe. Y debe ser tratado cuando corresponde. Pero el sobrediagnóstico banaliza el trastorno. Hace que muchos duden de su existencia real. Escuchamos cosas como: «Si a este chico le diagnostican TDAH, ¡a mí también me lo deberían haber puesto de niño!». Y así, quienes sí lo padecen se enfrentan a la incomprensión y al estigma.
Conclusión: ni tanto, ni tan poco
¿Diagnosticar? Sí, pero con criterio. ¿Medicar? También, cuando hace falta. Pero antes de correr a la receta, conviene hacer una evaluación profunda y cuidadosa, entendiendo al niño en su entorno.
Porque ser inquieto, distraído o impulsivo no siempre es un trastorno. A veces, es simplemente… ser niño.
¿Te genera dudas el diagnóstico de tu hijo? Hablemos.
Como psiquiatra, me dedico a acompañar a personas y familias en la comprensión profunda de lo que les pasa. Diagnosticar no es etiquetar: es entender. Y tratar no es medicar a ciegas, sino elegir con criterio lo que cada persona realmente necesita.
Si te encuentras ante un posible diagnóstico de TDAH —ya sea en un niño o en un adulto— y querés una segunda opinión seria, sin prisas ni prejuicios, estoy a tu disposición.