Diego Carranza Psychiatrist

(y por qué podrías estar más cerca de ser uno de lo que crees)


¿Qué convierte a una persona corriente en un fanático? Este artículo explora cómo se fabrica un fanático, desde los dogmas modernos hasta los sesgos cognitivos…

La  búsqueda de certezas es inherente a la condición humana. La incertidumbre nos incomoda, nos desestabiliza, y en muchos casos nos paraliza. Por eso no es de extrañar que tengamos una tendencia natural a aferrarnos a verdades que nos den seguridad. Esta necesidad es comprensible —y hasta necesaria en ciertos momentos— pero, cuando se vuelve rígida, puede dar lugar a dogmas: ideas que se convierten en indiscutibles, incluso cuando la realidad las contradice.

El dogma, a diferencia de la convicción razonada, no se elige: se hereda, se absorbe, se adopta sin examen. Es una especie de «fe perezosa» que permite vivir con certezas incuestionables, a menudo blindadas contra toda evidencia.

Durante siglos, las religiones institucionales fueron las grandes proveedoras de dogmas. Hoy, aunque muchas personas se declaran seculares, el pensamiento dogmático no ha desaparecido: simplemente ha cambiado de envoltorio. En nombre del progreso, la ciencia, la ideología o incluso la salud mental, proliferan nuevas certezas absolutas. Algunas de ellas son útiles, otras peligrosas, y muchas profundamente humanas.


Dogmas contemporáneos disfrazados de verdad evidente:

• «Ser uno mismo implica hacer solo lo que me apetece»
Una visión infantil de la autenticidad que confunde libertad con impulsividad. Bajo esta lógica, cualquier límite se percibe como represión y la madurez emocional como una traición al «yo auténtico».

• «La ciencia lo dice»
Debemos guiarnos por la ciencia, sin duda; Pero cuando se invoca «la ciencia» como si fuera un oráculo definitivo y homogéneo, ignorando que el método científico es, precisamente, una forma organizada de dudar. Este dogma impide la discusión abierta y crítica, y se vuelve arma arrojadiza en debates públicos.

• «Los medios mienten, pero mi youtuber favorito dice la verdad»
Dogma estrella de los negacionistas, antivacunas y conspiranoicos de todo pelaje. Se sustituye la búsqueda crítica de la verdad por una adhesión casi religiosa a narrativas alternativas que explican todo… menos su falta de rigor.

• «Hay que respetar todas las opiniones»
Aunque algunas sean abiertamente dañinas, antidemocráticas o negacionistas. El respeto se confunde con relativismo moral, y se legitiman discursos que niegan la evidencia científica, los derechos humanos o el valor de la verdad.

• «La libertad de expresión lo ampara todo»
Incluyendo discursos de odio, teorías conspirativas o campañas de desinformación…? Se utiliza la libertad como escudo para la impunidad verbal, ignorando que toda libertad sin responsabilidad acaba en abuso. Toda libertad implica una responsabilidad. En este caso, la responsabilidad de no decir tonterías y la de aceptar que se te responda con firmeza si alguien no está de acuerdo y te lo señala.

 • «El sistema está manipulado, así que nada es real»
Una visión nihilista con aires de lucidez, que desemboca en paranoia generalizada. Desde el terraplanismo hasta el QAnon, lo que comienza como “desconfianza crítica” termina siendo fanatismo autoalimentado.

• «La intuición no se equivoca»
Como si las corazonadas fueran más fiables que los datos, la experiencia o el diálogo. Este culto a lo subjetivo convierte las emociones en argumento y desactiva toda posibilidad de aprendizaje compartido.



¿Qué alimenta la radicalización?

El pensamiento dogmático no siempre se queda en una actitud rígida y molesta. A veces escala y se convierte en radicalismo. ¿Qué condiciones lo permiten?

  • Simplificación cognitiva
    Las ideas radicales suelen resultar atractivas por su simplicidad. Ante la incertidumbre, la complejidad o el caos percibido, muchas personas se sienten atraídas por ideologías que ofrecen respuestas binarias: bien vs. mal, nosotros vs. ellos, pureza vs. corrupción. Estas dicotomías calman la ansiedad, pero oscurecen los matices.
  • Identidad y pertenencia
    Los grupos radicales ofrecen un fuerte sentido de pertenencia y propósito. Para quienes se sienten alienados, excluidos o invisibles, la promesa de formar parte de algo significativo puede ser profundamente seductora. Estas ideologías también proporcionan una sensación de superioridad moral.
  • Factores emocionales
    Miedo, humillación, resentimiento y trauma suelen estar en la base de la radicalización. Estas emociones pueden ser manipuladas para generar indignación, alimentar el odio y sostener una narrativa basada en la figura de un enemigo.
  • Cámaras de eco sociales y digitales
    Internet ha facilitado el reforzamiento de burbujas cognitivas e ideológicas. Los algoritmos tienden a amplificar las opiniones extremas, premiar la indignación y suprimir el disenso, generando una falsa sensación de consenso e intensificando la polarización. Las redes sociales te muestran lo creen que tú quieres ver .

Antídotos frente al pensamiento dogmático:

  • La duda razonable
    No todo lo que dudo es falso, ni todo lo que creo es cierto. La duda es una muestra de respeto por la complejidad.
  • El pensamiento crítico (también hacia nuestras propias ideas)
    No basta con detectar errores en los demás: hay que estar dispuesto a revisar los propios supuestos.
  • La conversación honesta con el disenso
    No toda diferencia de opinión es una amenaza. Escuchar al otro puede ser una forma de afilar nuestros propios argumentos… o de cambiar de idea.
  • La conciencia histórica
    Entender que muchas ideas “naturales” son construcciones culturales que cambian con el tiempo.
  • El humor inteligente
    Reírse de las propias convicciones es un ejercicio de salud mental.
  • La humildad epistémica
    Recordar que nuestras certezas pueden ser provisorias. Que «tener razón» hoy no implica estar en lo cierto mañana.
  • Medios de comuniccion independientes, con periodistas formados, responsables y apasionados por la verdad.                                                ¿Hace falta explicarlo?


Una reflexión final

La radicalización no es un fenómeno marginal. Vive en toda ideología que proclama verdades absolutas, en todo grupo que divide al mundo entre puros e impuros, salvados y condenados.
El antídoto no es la apatía ni el relativismo, sino un compromiso valiente con el matiz, la ambigüedad y el pensamiento crítico.

La solución al problema del dogmatismo y la polarización no consiste en ignorarlo ni en barrerlo debajo de la alfombra, sino en aceptar que la realidad es inherentemente compleja, llena de contradicciones, claroscuros y paradojas. El pensamiento crítico no pretende destruir nuestras certezas, sino ponernos en guardia frente a aquellas ideas que suenan demasiado simples o demasiado buenas para ser verdad.

En definitiva, se trata de aprender a sentirnos cómodos en la incomodidad, a convivir con la incertidumbre como parte inevitable —y profundamente humana— de nuestra existencia. En lugar de resistirla, hacernos amigos de ella. Porque, al igual que la conciencia de que todos moriremos algún día o la inexorable finitud del tiempo nos hace valorar más la vida, aceptar la incertidumbre nos ayuda a valorar con más humildad y profundidad las pocas certezas auténticas que nos regala la experiencia.

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