

Divulgación basada en evidencia • Por Dr. Diego Carranza Tresoldi
Si tienes 16 o 17 años y te han hablado de TDAH, seguramente te preguntes: ¿realmente necesito medicación? o ¿puedo manejarlo con otras estrategias?. La respuesta no es blanco o negro. La ciencia indica que la decisión depende de cuánto interfieren los síntomas en tu vida diaria (clases, relaciones, concentración para estudiar o incluso conducir).
Cuándo suele tener sentido iniciar medicación
- Cuando las dificultades de atención, impulsividad o hiperactividad afectan tu rendimiento escolar o tu seguridad.
- Si ya intentaste estrategias de organización y hábitos y no fueron suficientes.
- Cuando hay problemas emocionales asociados (como ansiedad o depresión) que se complican con el TDAH.
Cuándo puede ser mejor esperar
- Si los síntomas son leves y no afectan demasiado tu vida.
- Cuando aún no se han probado cambios básicos: terapia conductual, rutinas claras, sueño regular.
- Si hay dudas de diagnóstico y conviene descartar primero otras causas (como problemas de sueño o ansiedad).
Qué aporta la medicación (y qué no)
Los medicamentos para el TDAH (como estimulantes y no estimulantes) suelen mejorar rápido la capacidad de concentración y autocontrol. Pero no enseñan hábitos: no te van a organizar la agenda, ni harán que dejes de procrastinar por arte de magia. Por eso funcionan mejor junto a:
- Rutinas diarias: horarios estables de estudio, descanso y ocio.
- Apoyo escolar: pedir tiempo extra en exámenes, recibir instrucciones por pasos.
- Técnicas de organización: usar apps de recordatorios, listas de tareas cortas.
- Ejercicio físico regular: ayuda a bajar la impulsividad y mejorar el sueño (Additude Magazine).
Ejemplos prácticos en la vida adolescente
Imagina que tienes que estudiar Historia para un examen. La medicación puede ayudarte a mantenerte sentado y enfocado, pero igual necesitas una técnica como dividir el temario en bloques de 20 minutos, poner alarma y darte descansos cortos. O si eres impulsivo al hablar con amigos, la pastilla puede darte unos segundos extra de control, pero aprender a parar y pensar antes de hablar sigue siendo clave.
Seguimiento y seguridad
Si empiezas medicación, no se queda en “tomas una pastilla y ya está”. Hay que hacer controles periódicos con tu médico para ver cómo te va, ajustar dosis, revisar efectos secundarios y decidir juntos el siguiente paso. Y recuerda: no estás solo, el plan funciona mejor cuando profesionales, familia y colegio colaboran.
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